A partir de una cierta edad la vida va de quitar en lugar de añadir. Va de vivir con menos y no de vivir con más.
Va de quitarte conocidos con ínfulas de amigo que te hurtan este tiempo que se merece el amigo de verdad.
Va de quitarte la importancia que nunca has tenido y de quitársela también a los demás; de quitársela a ese monstruo del qué dirán. Quitarte de ti mismo. Del pensar que tus problemas son mayores que los del resto y que, por tanto, requieren de mayor atención.
De quitarse la presión de equivocarse y el miedo a intentarlo. De quitarse de la justificación que un amigo no necesita y que no le importa al enemigo más que para reciclarla.
Quitarse del exceso tóxico del comer y beber e incluso del no estar.
Quitarse de hablar mucho para que te escuchen más o de rellenar silencios preciosos con un ruido que nadie te pide.
Va de quitarse de la ecuación, siendo consciente que tu tiempo ya va pasando y que ahora va siendo el de otro.
Quitarte de acumular cosas para dejar paso a esos momentos. Quitarte de modas estúpidas y de seguir corrientes empujadas por incapaces con intereses.
Quitarte de enfadarte, de no perdonar o incluso de no perdonarte. Quitarte de recordar lo negativo para acordarte de lo significativo. De quitarte años de la cabeza. Quitarte lo que no pudo ser para dejar espacio a lo que podrá ser. De cambiar el "si hubiera" por el "y si hago...?"
De quitarte de obstinarte en tus opiniones o creencias, de quitarte de lodazales digitales, de bajar a discutir con imbéciles o de incluso quitarte de pensar que quien está ahí es porque se lo merece. Quitarte de pensar que el Pueblo es sabio o de que cada vez estamos peor.
Quítate silenciosamente del ruido. Porque en el arte de quitarse, el artista, sólo puedes ser tú.