El otro día estuve en la reunión
de ciclo de una de las divisiones comerciales de mi compañía. En una de las brillantes
presentaciones de apertura, el Director General de la división, en alusión al
complejo momento actual de mercado y en pro de motivar al equipo de ventas
invitándolos a una reflexión colectiva, expuso la analogía de lo que supone el
km. 30 en una maratón, también conocido por “el Muro”.
Yo, ajeno totalmente a la
cuestión maratoniana, quedé fascinado por tal exposición y me di cuenta que
resulta de total aplicación a la carrera profesional de cada uno de nosotros,
que no deja de ser “nuestra maratón” particular (porque de no hacerlo así, dicha carrera se convertiría en un sprint: intensa...pero corta).
El tema está en que parece que el
cuerpo no puede almacenar energía suficiente como para correr 42 km. Las 2.000
calorías alcanzan para unos 30-35 km antes de utilizar las reservas de grasa
que, dicen los que saben, no funcionan tan eficientemente. El cambio entre una
reserva de energía y otra genera el denominado “muro”, que es cuando el cuerpo
acusa la fatiga y malestar físico y psicológico. Dicen que la sensación es como
chocar contra un “muro” que parece que te impida seguir…a partir de ese
momento, si continúas, lo haces con la cabeza y el cuerpo se limita a seguirte.
Pues bien, yo defiendo que puede
pasar lo mismo cuando ya llevas muchos años en determinados entornos
empresariales (que no necesariamente empresas) desempeñando funciones iguales o
similares y tu cara evidencia las marcas del gélido viento del cambio continuo;
es cuando empiezas a notar que “te has
vaciado” y que, en el fondo, todo continúa más o menos igual; cuando has vivido
el devenir de los ciclos y el movimiento pendular de las macro decisiones corporativas y la
locura del micromanagement. En situaciones así puedes sentirte exhausto,
apático y “sin gasolina”, y preguntarte si ya lo has dado todo; si ya has
aportado todo el valor que podías.
La respuesta es un sí rotundo,
porque el potencial de cada uno no conoce más límite que el que nos
autoimponemos. Ser consciente de ello es el primer paso para superar “el Muro”.
Se trata de superar el “freno mental”, como cuando apretamos el acelerador al
máximo pero continuamos con la primera marcha puesta: tenemos la sensación de
ir al máximo de nuestras posibilidades pero no nos damos cuenta que lo que hay
que hacer es “cambiar de marcha” para evitar llegar lejos sin gripar el motor.
Y ser consciente de ello es
imprescindible, pero no suficiente: para poder superar esta situación será
necesario, además, perseverar en crearnos lo que los “entendidos” llaman “quick wins” (que siempre queda mejor que
decir “victorias rápidas”); es decir, acciones que podamos acometer a corto
plazo y que nos generen un retorno positivo (un ejemplo tonto: si somos
comerciales y visitamos a 6 clientes cada día, proponernos visitar
7…posiblemente aumentarán nuestras ventas o, como mínimo nuestros ratios ;-).
Procurarte momentos de
desconexión para relativizar y tomar perspectiva, así como verbalizar nuestro
estado con personas fiables y confiables que nos hagan de “espejo” (contribuyendo
a la reelaboración de nuestro nuevo mapa
mental) será también andamio recomendable en esta reconstrucción y un buen predictor
de éxito en este proceso de resiliencia.
Ya se sabe que los grandes cambios o las historias de superación se escriben con pequeñas letras unas detrás de otras. Así pues, una de las claves será, sobre la base de la toma de conciencia de la situación, obligarnos a dar cada día pequeños pasos hacia adelante y perseverar: el Muro se gana “pulgada a pulgada”…y así hasta un día darte cuenta que el Muro…ha quedado atrás.
La línea de meta la tienes ahí
enfrente…y tú ¿qué vas a hacer?
Una reflexió molt encertada, gràcies!
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