Somos conscientes de una
parte muy pequeña de toda la información que percibimos. Y nuestra mente falla con bastante asiduidad
a la hora de interpretar lo que percibimos. Por razones de necesidad, nuestra
mente tiende a “rellenar” los espacios vacíos inventándose aquella información
que le falta y, como os podéis imaginar, no siempre acierta. En Youtube hay multitud
de videos que demuestran lo que te cuento.
Hoy quiero compartir dos distorsiones
de la percepción muy comunes en el ámbito laboral y que afectan a cómo habitualmente se valoran
diferente casos similares. Veamos:
Falacia 1: “Quien se queda
a trabajar hasta más tarde trabaja más” (con independencia del número de horas
reales trabajadas).
a.
Pepe entra a las 7h de la mañana y se vas a las 17h.
b.
Juan llega a la oficina
a las 9h. y se marcha a las19h.
Ambos trabajan la misma
jornada de 10 horas, aunque si hiciéramos una encuesta sobre quién “curra” más,
la respuesta sería abrumadora en favor de Juan. Todos tenemos decenas de
ejemplos similares y percepciones similares de nuestros compañeros al respecto.
He trabajado en diversas compañías y la valoración ajena siempre resulta
favorable a Juan, a un mismo nivel de contribución cuantitativa. Así pues, se
premia mucho más el salir tarde que el entrar pronto. Veamos otro ejemplo:
Falacia 2: “Quien se queja
más sobre la carga de trabajo es el que tiene más carga de trabajo” (si se
queja, será por algo).
c.
María está todo el día explicando cuánto trabajo tiene.
Siempre comparte lo agobiada que está; que “todo lo hace ella”; que “no puede
más” y siempre vive “al límite” con multitud de problemas y guerras varias. No
contesta a e-mails, no atiende a reuniones de manera inesperada y casi nunca la
ves. Su cara de agobio es su mueca habitual.
d.
Sofía siempre sonríe. A pesar de que tiene los mismos
motivos para quejarse y soporta una carga de trabajo similar, entiende que
parte de su función es trasladar calma, tranquilidad, orden y concierto. Que
agobiarse sólo genera agobio, pero nunca un mayor rendimiento.
Pues bien, no os resultará
extraño que la compañía tienda a recompensar más a María que a Sofía, para
“compensar” todo el “sufrimiento” soportado. Esta es la base del famoso “quien
no llora no mama”.
Es cierto que hay veces
que la queja es una consecuencia lógica a una sobrecarga real. Una reacción
necesaria de autoprotección. Pero muchas otras veces no. Y de estas veces es de
lo que te estoy hablando. Sé que me entiendes.
Lo que digo es que tendemos
naturalmente a empatizar con el sufrimiento y asumir como cierta el motivo de
la queja, apartando de nosotros el resto de explicaciones, también posibles,
como que “se organiza peor”; “no sabe delegar”; “es muy crítico”; “rinde peor
bajo presión”; “no sabe priorizar” y un largo etcétera probable que nuestra
mente no contempla como plausible. Otro ejemplo que la emoción nubla la razón y
embota nuestra percepción.
Y es que muchas veces las
compañías se equivocan sin querer, ya sabes: hacen contra-ofertas a quien quiere
marcharse, cuando en realidad a quien hay que pagar es a quien quiere quedarse. Reconocen (o no) el esfuerzo de quien se va tarde, cuando deberían
recompensar también a quien rinde más en menos tiempo (trabajará menos tiempo,
conciliará más, será más feliz y al día siguiente estará preparado para seguir
rindiendo al mismo nivel...te haces una idea). Finalmente recompensan al que se queja (sin una razón real
diferencial a otros), cuando deberían recompensar a quien, soportando cargas similares,
es capaz de mantener y contagiar esa sonrisa que mueve montañas.
Falacias, sí. Pero
rentables.
0 comentarios:
Publicar un comentario