“Era de noche y sin embargo llovía” es ya un clásico entre los despropósitos literarios para iniciar cualquier historia, pero la verdad es que no puedo parar de reír cada vez que la oigo. Me parece de una gracia finísima. Y no quiero detenerme en el origen de la frase (que podréis encontrar aquí), sino en el hecho que resaltar como una paradoja la coincidencia de dos condiciones independientes no deja de ser revelador, por las veces en que podemos encontrarnos situaciones así en nuestra carrera profesional. Dejadme que os cuente un ejemplo que os sonará habitual: "Es el director de recursos humanos, pero es buena persona"; "es un político, pero honrado, eh?", entre muchos otros.
Creedme, para ser un extraordinario ejecutivo no es necesario ser un tiburón, ni una mala persona, ni mostrar el clásico "postureo de cargo". La noche y la lluvia son perfectamente compatibles y espero que algún día más habituales. Un líder no debe presionar a sus equipos. Debe impresionarles. Ser un extraordinario ejecutivo implica alcanzar los retos de manera sostenida, polarizando la voluntad de quien decide seguirte porque te has convertido en un ejemplo de comportamiento. Implica trasladar propósito y sentido de trascendencia al trabajo de cada uno. Significa inspirar y confiar. Implica humildad extrema. Supone generosidad.
Y por favor, ponle un poquito de humor y buen rollo al plato, que en dos días mal contados, palmas.
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