Aprender del éxito ajeno
está sobrevalorado. Se han escrito miles de libros sobre las claves mágicas que
ha llevado al éxito a una larga lista de personajes famosos con la intención de
hacerte pensar que, si sigues las recetas, el éxito te seguirá como a ellos. Eso,
y para que les compres el libro a quienes esperan tener éxito explicando el
éxito ajeno.
No me entiendas mal.
Aprender lo que funciona está muy bien. Pero lo que de verdad creo que está
mucho mejor es aprender de quien ha fracasado. De quien ha fracasado mucho. De
quien ha fracasado bien.
Reconozco que mis mejores
fuentes de aprendizaje han sido mis fracasos. Y no creo que sea el único a
quien le pasa. Aprendes cuando empiezas a preguntarte ¿por qué no funcionó? y,
en base a las respuestas correctas, lo vuelves a intentar. Una y otra vez, hasta que lo
consigues.
Cometemos el error de
entrevistar en base a los éxitos; de entregar puestos de responsabilidad o
proyectos a gente exitosa, pensando que éxitos pasados aseguran éxitos futuros
cuando, en realidad, me fiaría antes de alguien que dispone de primera mano de
todo el conocimiento de lo que no funciona antes de a quien las cosas le fueron
rodadas. Y sí, me encantaría ir a cursos, seminarios o ponencias dadas por
gente que fracasó bien y que ahora comparte todo su valioso conocimiento.
Hay que fracasar mucho,
pronto y bien. Es decir, haber sido capaz de aprender de tus errores y, además,
tener la perseverancia de volverlo a intentar una y otra vez, superando toda
frustración. “Cae siete veces. Levántate ocho” reza el dicho. Si a éste le
añades la dosis de aprendizaje adecuada, esa acaba siendo la fórmula del éxito
duradero, más allá del “pelotazo”.
Por todo ello de verdad te
recomiendo que fracases, sí. Pero que lo hagas bien. Te recomiendo que
tropieces dos veces con la misma piedra, que tampoco es tan terrible. Ahora
bien, lo que no te recomiendo es que te encariñes con la piedra ;)
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