Desenredándome



Me lo iba advirtiendo desde "Apágame la radio"; desde "From physical space to cognitive space" y hasta desde "slim digital". Me atreví y sin dudá acerté. El cambio en mi vida ha sido incluso mejor de lo que me imaginaba.

Primero fue Facebook. Luego Instagram. Tras algunos meses resistiéndome, le siguió Whatsapp y, finalmente hoy, Twitter. Se acabó. Lo probé; disfruté aprendiendo y, una vez comprobado que en mi caso particular era más el tiempo de vida invertido que el rédito obtenido...cerré todas mis cuentas.

Ahora sólo miro el móvil cuando suena (piénsalo). Son decenas de veces diarias que me ahorro la interrupción y el recurso mental de contestar o tener que hacerlo. Menos distractores me ha supuesto, de entrada, una mayor concentración de mi atención en tareas de mayor valor añadido o que reportan un mayor nivel de felicidad. Ahora hablo más y me escribo menos. Es genial. Me estoy rehabilitando hasta el punto que ya puedo dedicarles plena atención a mis hijas, a mi mujer y al resto de gente a quienes quiero, sin tener que estar revisando las notificaciones de las redes sociales. Me dí cuenta que no por no publicar banalidades no dejaba de ser - de nuevo, en mi caso particular - un ejercicio de egolatría absolutamente innecesario aunque me engañara pensando que no era así. Me he dado cuenta que todo tiene su momento y que el uso que hacía de mis redes sociales se habían convertido en un elemento que ya no me definía. 

Una vez me enseñaron el impacto de sustituir la palabra "tiempo" por "vida" a la hora de hablar. Esto cambió algunas de mis decisiones. Decidir ahora cerrar buena parte de mis redes sociales me ha liberado, sin duda, muchas horas de vida.





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