Érase que se era un psicópata que disfrutaba sometiendo a
un equipo a quien había inoculado previamente el síndrome de Estocolmo. Al
psicópata lo acabaron despidiendo por aclamación popular y acusación particular
de mobbing. En su lugar, promocionaron a su amigo íntimo que, a diferencia de
él, era un tonto motivado sin conocimiento específico del área que, a modo de
guinda mortal, se creía que sabía. Un perfecto incompetente inconsciente que,
obviamente, acabó hablando por boca de su amigo psicópata, haciéndose un José
Luís Moreno y un Macario, al grito de “toma morenooooo”. Esto es lo que
llamamos un teleñeco: un estúpido de RAE que habla por mente ajena, que es la
que maneja los hilos a modo de venganza post mortem.
Esta es, obviamente, una historia inventada que no cabe
en el mundo de los negocios. ¿Os imagináis?. Ya sólo faltaría que el teleñeco
recomendara en LinkedIn al psicópata, en señal de agradecimiento y pago por los
servicios prestados, mientras espera a comenzar la reunión con su nuevo equipo,
o lo que queda emocionalmente de él. El equipo que precisamente “hereda” del
psicópata. ¿Os imagináis que vuestro nuevo jefe ha recomendado al que acaban de
despedir por mobbing crónico hacia vosotros?. Efectivamente, que te acaban de
cambiar al psicópata por el fan del psicópata, sólo que este en versión low
cost intelectual.
Las empresas gestionadas por psicópatas son crematorios
emocionales de buena gente, si bien muchas de ellas consiguen grandes
resultados. Las empresas gestionadas por teleñecos motivados no te aseguran ni
eso. Porque de un teleñeco no te queda ni el consuelo del aprendizaje. Así que si algún día te ponen un teleñeco como jef@, hazte un favor: huye.
Y sí, lo confieso, nunca me gustaron los teleñecos.
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