En
contra de lo que crees, hoy en día tenemos mucha más memoria que antes. Sí. En
serio. Lo que pasa es que la tenemos de manera diferente a cómo normalmente la
definimos. “Memoria es la capacidad de recordar”. “Es la capacidad que tiene la
mente de acceder a una información determinada en un momento determinado”. “Es
el conjunto de información que somos capaces de retener para hacerla accesible
a lo largo de nuestra vida”. Si mantenemos esta definición tal cual, la
discusión está servida.
Lo
central siempre ha sido poder acceder a la información necesaria en el momento
en que la necesitamos, no la vía a través de la que accedemos a esa
información; lo que pasa es que hace años, si necesitábamos una información en
un momento dado, o bien la tenías en tu cabeza o bien tenías que preguntarla a
alguien o bien tirar de enciclopedia si estabas en casa y tenías una. De ahí la
importancia que se daba en la educación de antes a aprenderte las cosas de
memoria (incluso así, nunca vi la bondad de aprenderte los reyes Godos, la
verdad).
Recuerdo
una fantástica entrevista (que no he podido recuperar para poder compartirla,
lo siento) en la que el titular era algo así como “cuando muere nuestra pareja,
perdemos parte de nuestra memoria con ella”. Asombrado, devoré esa entrevista
para darme cuenta de que, en realidad, hacía una referencia muy ingeniosa a la
distribución asuntos que en cada pareja solemos tener asignados cada uno y a la
información que, o sabe bien uno o se la sabe el otro, pero difícilmente los
dos. Os pongo un ejemplo: mi amiga Pili me cuenta que ella se encarga de todo
el tema del cole de sus hijos y, por tanto, que es ella quien tiene todos los
teléfonos, e-mails, contactos y calendarios. Ella se encarga por completo.
Tanto es así, que si algún día falleciera (Dios no lo quiera), su marido “perdería”
toda esa parte de “memoria” de qué dispone actualmente la pareja (técnicamente,
su pareja no perdería algo que nunca ha tenido, pero sí la perdería en términos
de pareja). El marido de Pili es quien se encarga de los suministros,
gestorías, etc. De ahí que, si falleciera él, la “pérdida” de toda esta
información la sufriría mi amiga Pili.
Hoy
en día, en plena era digital, el “efecto Pili” se multiplica. Nuestra memoria
está más descentralizada que nunca. De otra manera sería imposible sobrevivir
en estos tiempos de “infobesidad” (me encanta el término que le oí por primera
vez al gran David Comí, fantástico formador que no deberíais perderos). Y
cuando digo descentralizada, me refiero a que tenemos muchos repositorios
digitales a los que podemos acceder si simplemente disponemos de conexión a
Internet. “Droppox”; “Google Drive”; “Google Photos”; “Hotmail/Gmail/etc”; apps
de notas digitales; apps de recordatorios (p.ej. “Wunderlist”, etc.) y un
sinfín de alternativas que sustituyen o complementan la clásica libreta o el papel
arrugado en el bolsillo cuando vas a comprar (las plataformas digitales de los
hipermercados ya te guardan las listas de la compra).
Pero
no solamente se han multiplicado los espacios en los que hoy guardamos la
información. Una de las consecuencias de esto es que nuestra “memoria” también se
ha multiplicado hasta límites insospechados. Hoy tienes acceso inmediato a gigabites
y gigabites de información gracias a Internet y a la capacidad de estos nuevos
repositorios de información. Por esto, una de las grandes ventajas es que nuestro
cerebro ya no tiene por qué almacenar información a la que podemos acceder
mediante pocos clics. ¿Y qué me dices de tu smartphone?. Mi admirado Luis
Soares (otro imprescindible) se refiere a él para poner de relieve el
maravilloso concepto de “Digital Cortex”. Este “segundo cerebro” digital en qué
se ha convertido nuestro Smartphone ayuda a nuestro “cerebro analógico” a
concentrarse en otros asuntos, a veces, hasta de mayor valor añadido :D. Déjame
hacerte una pregunta: ¿Cuántos números de teléfono te sabes de memoria hoy y
cuántos te sabías antes de tener un teléfono móvil?. Y está bien porque,
volviendo a David Comí, “el cerebro está mejor diseñado para decidir que para
almacenar información”. De hecho, somos muy malos recordando. Los que hemos
estudiado con cierto interés el funcionamiento de la memoria, vemos que somos
capaces de recordar con precisión una ínfima parte de la realidad, “rellenando”
en inventando gran parte de la información que nos falta. Otra pregunta: ¿Has
jugado nunca al juego del teléfono?
La
bondad de la tecnología también está en mejorar nuestras capacidades. Tener
acceso a mucha más información fidedigna y de manera inmediata mejora nuestra
capacidad y, como digo, debe ser objeto de reflexión en las escuelas. De la
misma manera y como ejemplo, la tecnología hará innecesario el estudio de
idiomas. De hecho, en la escuela que ha creado Elon Musk (a la que va su hijo y
otros pocos elegidos) no se enseñan idiomas, pues en pocos años todos
dispondremos de un botón auricular que traducirá simultáneamente cualquier
lengua que escuchemos. ¿Para qué tantos años para chapurrear mal una lengua?.
La
tecnología mejora nuestras capacidades intelectuales. Nos hace más
inteligentes. Tener una memoria extraordinaria y más rápida; capacidad para
poder comunicarse con precisión en cualquier lengua o poder resolver cálculos de
manera inmediata cuando, hace pocos años y sin tecnología eran impensables, son
sólo algunos ejemplos (sin ir más lejos, el otro día, revisando uno de los
famosos casos del IESE pude calcular amortizaciones de maquinaria, edificios,
etc. y, por tanto, elaborar una cuenta de resultados si mayor problema. Sin un
móvil con acceso a Internet, ni de broma).
Y
es que todo parece positivo, aunque todas estas ventajas tienen un simpático “pero”:
como no haya wifi o 3/4G estás muerto o, como mínimo, vas a parecer más tonto
de lo habitual (y suerte tienes que la calculadora del móvil no necesita de
Internet, que si no el drama sería máximo). Por esto, siempre hago coña (o no)
pregonando que la inteligencia actual va ligada a que tengas acceso a Internet.
No me digas que no tiene “guasa”. Que al final habrá que decirle a Gardner que
añada Internet como la novena inteligencia (“La novena inteligencia”…ya me veo
el libro en las estanterías del FNAC). ¿Serán habitantes de los pueblos sin
conexión a 3/4G las próximas tribus subdesarrolladas? ¿Será la nueva frontera?
Y
por hoy lo dejo aquí, porque no me funciona el corrector y me he quedado sin
Internet, así que puedo empezar ha hazer faltas de ortografia lla mismo.
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