Dedicaba su vida a publicarse a diario en LinkedIn, Twitter y otras chicas
del montón. Así, sin que nadie se lo pidiera. No fallaba jamás a su cita diaria,
ávido del aplauso digital que cimentara esa fama infame. Su día a día consistía
en inundar la Red con pensamientos ocurrentes, acaso ni siquiera suyos, como
excusa para ensartarse su última foto de estudio. Y esa mirada. Ay!, esa mirada
de como te pille, te follo. Se había
convertido en todo un e-fucker.
¿Será ese un buen plan, cuando nadie te lo ha pedido?. Compartir está guay;
publicar es diver; pero maniatar el timeline de las Redes Sociales puede
crear el efecto contrario. Porque eso no es personal
branding. Quizás eso sea, social
agobing.
Inteligencias hay muchas y, entre ellas, la emocional es clave, pero la que
he descubierto recientemente es la inteligencia digital (que no la artificial),
o la capacidad para empatizar con las necesidades digitales de los demás. Y esta, en
ocasiones, escasea.
La Egolatría es factor de riesgo y precursor clave en la sobrEGOsis, que no es más que la muerte por exceso de EGO; bien porque te explota, bien porque se te
corta la digestión al darte un baño de humildad sin haberte esperado el tiempo
suficiente.
Y la pregunta que siempre me hago para con estos yonkies del reconocimiento digital es: ¿acaso te robaron muchos bocadillos en el recreo, cuando eras pequeño, clarisssss....?
Es increíble, como el hecho de construirse una buena imagen y luego hacer una correcta gestión de reputacion en web son puntos claves para alcanzar el éxito.
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