Había muchos restaurantes prácticamente iguales, juntos. Mismas vistas, menú parecido, precios similares. Pero lo que hacía especial al Blue Arenal era él: en Ferran: socio, propietario, camarero y lo que haga falta para crearte una experiencia especial.
Pocas veces he visto una persona que entendiera de qué iba exactamente su negocio: el cliente y sólo el cliente.
Y sus dotes: a los 5 minutos en Ferran ya nos llamaba por nuestros nombres, que ya jamás olvidaría. Incluso al cabo del primer año de vernos por una única primera vez. Realmente sobresaliente.
Oficio y pasión desmesurada por atender de manera extraordinaria. Por escuchar. Por estar siempre atento. Sonrisa infinita de franca bienvenida, que te hacía saber que estabas en casa. De corazón.
El restaurante tiene un buen producto, con alguna que otra agradable sorpresa en forma de plato local, cocinado con un mimo inesperado para lo que uno podía pensar de otro restaurante con bonitas vistas a la playa. Unas vistas amplias y despejadas a la fantástica playa de Arenal d'en Castell, en Menorca (déjame decir, ¿dónde si no? :). En definitiva, una pequeña atalaya en el mediterráneo, pero es verdad que sin una diferencia abismal a ninguno de sus vecinos.
La diferencia la hacía él. Siempre él. La verdadera marca, superando incluso la del propio restaurante. Porque nosotros no vamos al Blue Arenal, vamos a ver a en Ferran y, de paso, ya que estamos, comemos en su restaurante. En Ferran es el Blue Arenal y el Blue Arenal es en Ferran (sin desmerecer a ninguno de los demás en el equipo, también remarcables todos ellos). Pero es en Ferran, el amo del cotarro. El amo de la fiesta del buen hacer. Frases cariñosa para todos, cercanía máxima y punto justo. Y así volvemos una y otra vez por él. Siempre por él.
A mis hijas siempre les digo que se dediquen a algo que les apasione. Que jamás serás bueno en nada que no te apasione. No importa el qué, pero que si les apasiona, se dediquen en cuerpo y alma para llegar a ser las mejores en sus pasiones. De nuevo, no importa el qué. Uno de los mejores ejemplos de esto es, sin duda, en Ferran.
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