¿Cuánto
tiempo es mucho tiempo?. Pues depende de lo a gustito que estés (que es
como me he quedado yo al responder a la pregunta 😊)
Y
es que 3 meses en el infierno pueden hacerse tan eternos, como efímeros 10 años
en el cielo. Porque es muy paradójico cómo el bienestar modula la sensación del
paso del tiempo. “Se me ha pasado volando” o “parece que no acababa nunca” pueden
ser expresiones de una misma unidad de tiempo.
Recientemente
he tenido varias conversaciones con personas que se extrañaban por el hecho que
no hubiera cambiado de empresa, “porque ya hacía mucho tiempo que…” o porque “ya
sería hora que probara a hacer nosequé desde nosedónde”. Y mi réplica era “y
todo esto, ¿para qué?”.
¿Para
qué cambiar proyecto cuando el que disfrutas te hace feliz?. Hacerlo sería
cambiar por cambiar. Cambiar por el hecho de ver “otras cosas”, sin pensar que “ver
otras cosas” significa, a su vez, “dejar de ver otras cosas”. Porque uno puede
ser tremendamente curioso y probar mundos diferentes, sin necesidad de instalarse
cada semana en ellos. Y porque querer estar en todos los lados es una fórmula
infalible para acabar no estando en ninguno.
La
Paciencia es la trufa blanca de nuestros días. Ese bien escaso que, junto con
la Escucha y la Síntesis, forman un trío que cada vez actúa en menos plazas. Por
el contrario, la Impaciencia es ese asesino silencioso de carreras
profesionales, al servicio de las ansias que no distinguen entre correr y avanzar.
Recuerdo
un jefe que, al comunicarle que dejaba la compañía, se limitó a decirme: “hijo,
a ti lo que te pasa es que tienes la erótica del cambio”, aludiendo al subidón de
cuando te llaman para ofrecerte un proyecto y que uno también se traduce por “eres
sexy”. Y eso siempre gusta. Pues bien, si uno une la “erótica del cambio” con “una
impaciencia que flipas”, el drama puede estar servido en forma de “¿pero cómo
he acabado yo aquí?”.
No
te olvides que en tu mente, siempre es mejor. Que sobrevaloramos lo positivo y obviamos
lo negativo de algo, cuando este algo nos hace ilusión. Y que, erróneamente,
damos por sentado que lo positivo de lo que tengo lo va también a tener lo que
deseo. Que cuando piensas en estar en una playa paradisíaca no nos imaginamos
el total de la experiencia, esto es, por ejemplo, la sensación térmica de estar
a 40 grados y 90% de humedad; a los incívicos; la arena ardiendo; a la familia
que viendo cinco mil metros cuadrados de playa vacía deciden ponerse a metro y
medio de ti; a los niños repartiendo arena en tu cornea, cuando no lo hace el
viento por iniciativa propia; a las abejas, las medusas y otras chicas del
montón; etc. Porque en tu mente, siempre es mejor. Y porque somos cojonudos
deformando lo que nos apetece.
No
merecemos lo que no somos capaces de conservar (y que dependa de nosotros, obvio).
Estar bien y querer cambiar sin preguntarse ¿qué significa es estar mejor? es
la mejor manera de acabar entendiendo qué es realmente estar peor y lo bien que
estabas antes.
Haber
escogido susto.
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