La típica mañana de atasco en la autopista y el típico "fitipaldi" que, nerviosa y peligrosamente, va adelantando en zig zag. Y todo para, supuestamente, llegar antes a su destino. Hasta aquí, nada nuevo.
Mientras tanto, vas tú por tu carril, tranquilo y seguro, a velocidad inferior, sabiendo adonde vas y, sobre todo, cómo quieres llegar allá donde vas.
Pues bien, incontables son las veces en las que, siguiendo cada uno el proceder escogido, acabas dejando atrás al nerviosete zigzagueante. Y habiéndome pasado en ocasiones suficientes y teniendo tiempo yo para pensar durante tanto y tanto atasco en la autopista, la verdad es que me he dado cuenta que éste no deja de ser un ejemplo perfecto para lo que también pasa en las empresas o en las relaciones de pareja.
¿O acaso no tenéis ejemplos de compañeros "nerviosetes" que, sin poderosas motivaciones más allá de la "erótica del cambio", van cambiando de empresa cada dos por tres para, en muchas ocasiones, acabar en posiciones extrañas en sitios extraños al cabo de unos años?.
O el Peter Pan que cambia de pareja como el que lo hace de serie en Netflix y que te lo encuentras con cincuenta añazos y lamentándose sobre su mala suerte con el amor...sin atisbo ninguno de autocrítica.
Y es que vamos faltos de paciencia. Preferimos cambiar a arreglar. Lo queremos todo ya sin ser conscientes que tampoco estamos dando todo ya. Incapaces de diferir la recompensa. Porque conocer bien las cosas requiere dedicación, tiempo, calma. Profundizar y conocer bien a personas y empresas lleva su tiempo. Un tiempo que es mucho mayor del que consideramos darnos.
Cuántas veces hemos oído excusas como "me marcho porque la compañía no me ofrece un proyecto atractivo" o "siento que el proyecto se ha agotado", cuando en realidad deberíamos decirnos "me marcho porque yo soy incapaz de construir un proyecto en el marco actual" o "siento que yo no puedo ofrecer más de mí". Porque la culpa, siempre es del otro. De la empresa que "no me da lo que necesito" sin reparar en el paternalismo que supone dicha reclamación.
Creo que, en ocasiones, deberíamos cambiar nuestro papel de víctimas y dejarnos de excusas para abordar de manera madura las verdaderas motivaciones de un cambio. Deberíamos importar más el famoso "no eres tú, soy yo" como fórmula clásica del ahora cada uno por su lado. Siento que nos falta autorresponsabilidad.
Autorresponsabilidad es también pirarte si no estás contento con tu proyecto actual y/o crees que puedes ser más feliz en otra empresa. Muévete!, que no eres un árbol. Si, por contra o cobardía, no estás contento o no das más de ti y decides quedarte porque no encuentras adonde ir o porque no te quieren en ningún otro lado, pues coño, sé consciente y agradecido. O, como mínimo, "no des por saco" intoxicando con tus mierdas al resto.
Paciencia y consciencia. Tan necesarias como tantas veces ausentes.
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