Lo del “Calentamiento Global”, agujero de la capa de ozono mediante,
no acabó de cuajar. De ahí que desde hace algún tiempo los de la Agenda
han redoblado esfuerzos y lo están probado con lo de “Cambio Climático” a ver
si así…
También los de la “Responsabilidad Social
Corporativa”, viendo que estaban corriendo la misma suerte que los primeros, se
apuntaron al carro del rebranding y, además, se dijeron que juntos les
iría mejor, creando así una especie de hermanamiento con esteroides al que
ahora le llaman ESG.
No me malentiendas: soy un firme defensor de las causas
arriba indicadas y, precisamente por eso, me muestro tan crítico con el circo de
la incongruencia que se ha montado para llevarlo a cabo. Lamentablemente, creo
que son temas con claros síntomas de agotamiento. Y, de nuevo a lamentar, creo
que se nos rompió el ESG de tanto manosearlo. Y por ese tufillo a que los que
pueden trincar, trincan lo que pueden y, cuando ya no queda nada más por
trincar, cambian el concepto y vuelta a empezar.
Mientras, los datos de verdad de la buena no suelen comunicarse de manera objetiva ni transparente, a la vez que nos atiborran con datos sesgados por el interés de unos y otros. Y lo digo desde mi enfermedad de haber analizado (junto con la inestimable ayuda de ChatGPT, seamos justos) datos disponibles de fuentes
independientes sobre lluvias, inundaciones, terremotos, etc. en los últimos 100 años y en diferentes partes del mundo y todo para entender que a lo que hoy llamamos DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos),
hace 50 años mi abuela llamaba “llover fuerte”.
Porque ahora lo del “toldo” de toda la vida ya no vale, que ahora se
llama “refugio climático”. Porque el juego necesariamente necesita acojone
nivel Dios.
Y mientras, en las organizaciones se plantean un montón de cosis
chupis pero siempri con dineri de los otris. ¿Donaciones? Guay, si es con el
dinero de la empresa. ¿Acciones que mejoran el planeta? Guay, si es en día
laborable. Todo listo para el show off de LinkedIn, mi capitán.
Lo que digo es que a tope con todo lo que pueda hacer cada
organización, pero que la congruencia y consistencia nos obliga también a
empezar por nosotros mismos dando ejemplo.
A ti, que vas a tope de power con lo del ESG; ¿cuánta
de tu pasta a título particular estás entregando a proyectos solidarios o a
organizaciones benéficas cada año? ¿cuántos días – no laborables – dedicas al
año para proyectos sociales?. Porque lo de plantar árboles en día laboral si
quieres sí, pero también molaría que no nos limitáramos a eso.
Congruencia y credibilidad son tener en tu casa placas
solares y/o grifos de apertura en frío y/o luces led y un largo etcétera. Y recoger los plásticos de la playa que te
encuentras en el agua o en la arena. Y que lo hagas sin necesidad de contarlo.
Hacerlo, simplemente, porque es lo correcto.
A esto yo le llamo desde hace años en este humilde blog “Responsabilidad Social Personal”, primer
paso esencial y complementario al corporativo.
Al ESG le queda lo que los socios de
las consultoras y otros lobbies consideren (la vía legal lo alargará), salvo que – y si es así, lo daré
por bien empleado – es efecto colateral deseado como es el de la concienciación deje huella (que no sea de carbono) en las generaciones venideras.
Esperemos que así sea.
Palabra de un romántico.
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